El asombroso hallazgo: permanece con nosotros.
Reflexiones sobre la Resurrección en la Fe Cristiana
Por el Padre Martín Ponce De León Sin lugar a dudas, el que ha resucitado es el mismo que, hace poco tiempo, colgaba de una cruz, donde había muerto.La resurrección se produce de la mano con la muerte, y es fundamental tener en cuenta esta conexión.
No podemos quedarnos únicamente en un Jesús resucitado y glorioso sin reconocer al Jesús maltrecho que llegó hasta la muerte.
Para encontrar al Jesús resucitado, primero debemos verlo muerto.
Este resucitado conserva las huellas de su muerte en la cruz; sus cicatrices y heridas son parte de su realidad.
Por ello, debemos buscarlo no entre los "perfectos", sino entre aquellos que viven su realidad de "heridos".
A Jesús resucitado lo hallamos entre quienes conviven con sus limitaciones y, a pesar de ellas, nos ayudan a mantener nuestra identidad, soñando y buscando la forma de ayudar a otros.
Jesús está vivo en la medida en que somos capaces de, con amor, apostar por la dignidad de los demás en un presente que margina y desprecia.
No podemos llevar a Jesús intentando enseñarlo o imponerlo.
Se trata de dar un testimonio coherente, sencillo y de gestos concretos.
Jesús no buscaba imponerse, sino que deseaba que desde la libertad se optara por su propuesta.
A Él le importaba más su mensaje que su persona.
La persona de Jesús ha sido un instrumento necesario para que su propuesta se hiciera visible y asumida.
Nunca buscó a sí mismo, fue siempre un nexo entre la realidad humana de su existencia y el proyecto de su Padre Dios.
Jesús está vivo cuando somos capaces de, cargando nuestras limitaciones, compartir su propuesta de vida.
Vivir conforme a su estilo no se limita a cumplir normas, sino que implica una necesaria vivencia en lo cotidiano.
Un estilo de vida donde la cercanía y la disponibilidad son fundamentales, sin que esto oculte nuestras limitaciones, carencias o equivocaciones.
Él no ocultaba las heridas de su "fracaso".
Desde ellas, manifestaba su triunfo y gloria como resucitado.
Con su cuerpo cubierto de cicatrices y manos traspasadas, daba testimonio de que es posible mantener la esperanza y conservar sueños vibrantes.
Está vivo en quien se acerca a los demás con una sonrisa que infunde coraje y alegría, a pesar de sentirse incomprendido o cuestionado.
Está presente en quien ofrece una voz de aliento, aun cuando su opción por los más necesitados le genere censura.
Vive en aquel que continúa cercano a los demás, aunque no siempre logre entender sus actos o se sienta abrumado por las solicitudes que recibe.
Él está vivo en quien sabe que su ayuda no resuelve por completo los problemas ajenos, pero sí demuestra que esas personas importan y pueden contar con él.
Está vivo cuando, a pesar de la modestia de nuestro aporte, lo hacemos con la convicción de que se está cerca y que lo que ofrecemos es lo más importante en ese momento.
Jesús está vivo y nos invita a “tocar y ver”.
Nos enseña que los signos que nos revelan al resucitado son los mismos que indican que este no es otro que el crucificado.
Desde nuestras limitaciones, somos útiles y necesarios en la tarea de dar testimonio de que Él está vivo.
Fuente: Diario Cambio